martes 25 de agosto de 2009
Ovni atacó a un tractorista
La víctima: Emiliano Velasco Báez
Lugar: San Román de la Hornija
Desarrollo del caso:
Emiliano cambió profundamente luego del incidente del que fue testigo directo aquella tarde del 16 de julio de 1975.
Había perdido peso y apetito, cosa extraña en un agricultor como Emiliano, hombre robusto y hecho a las 10 y hasta las 12 horas de trabajo en el campo. Su oído izquierdo había experimentado una sensible disminución de la capacidad auditiva.
Este hombre terminó enfermando severamente luego de aquel encuentro con lo desconocido, incluso necesitaba inyectarse frecuentemente.
San Ramón de la Hornija es una serena villa de varios cientos de castellanos nobles y hospitalarios. Se localiza a poco más de 50 kilómetros de Valladolid.
Los hechos, según el relato realizado por el agricultor, tuvieron lugar en la parcela número 21 de la finca propiedad de Ángeles de la Peña, viuda de Gómez Olea. Dicha finca tiene entre 6.000 y 7.000 fanegas y se encuentra en el término de Pedrosa del Rey, a escasos kilómetros de la casa de Emiliano.
El terreno es muy aislado. Al lugar se accede abandonando la carretera general Valladolid-Toro, luego hay que adentrarse por un sendero que serpentea entre la interminable planicie vallisoletana, salpicada tan sólo aquí y allá por familias enteras de perdices.
En realidad nadie podía ver desde la citada carretera general el tractor que manejaba Emiliano en mitad de la parcela número 21. Estaba absolutamente solo.
El Testimonio íntegro:
“Serían las siete de la tarde. Yo me encontraba todavía arando con el tractor. Iba, como es lógico, pendiente de los surcos, cuando escuché algo muy raro, distinto al que hace normalmente el tractor. Por un momento pensé que se había averiado y me preocupé.
-Quizá sea una tubería rota, pensé.
Pero aquel sonido era como un “zumbido”, un moscardoneo muy intenso.
Seguí arando por lo que entonces consideré un cambio en el ruido del motor del John Deere”.
Aquella preocupación fue muy lógica. Emiliano debía responder ante los propietarios de la finca del material empleado en las faenas diarias.
“Y en ese pensamiento estaba cuando, casi ya a punto de llegar al borde de la parcela y detener el tractor para averiguar qué sucedía, me encontré de cara con aquel aparato.
Estaba a unos 20 metros y parecía flotar a unos 50 ó 70 centímetros del suelo.
Daba la sensación de que quería subir y la tierra lo atraía y luego empezó a dar vueltas en torno al tractor.
No había pasado ni un minuto y el objeto aquel había dado ya una vuelta completa alrededor mío. No sabía qué hacer. Estaba solo.
Seguí hasta el final de la pieza y di la vuelta, a fin de completar el siguiente surco, pero aquello seguía dando vueltas a mí alrededor y siempre con aquel zumbido, que llegó a apagar el ruido del tractor.
El aparato había empezado a acercarse. Quizás en aquella segunda vuelta llegó a estar a unos 10 metros.
Yo no tenía miedo, pero empecé a sentir un poco de recelo de aquel objeto.
Era como un bote de conservas, como un cilindro con un sombrero inclinado en la parte de arriba y un soporte en forma de “V” por debajo. En mitad del cilindro vi también una especie de cincho que rodeaba todo el aparato. Tenía dos ventanillas, una de ellas era como una puerta. Parecían ligeramente hundidas en la pared del cilindro”.
Era fácil para Emiliano detallar así la forma del objeto. Lo tuvo casi media hora junto a su tractor.
“Yo noté que el tractor empezaba a perder potencia. No andaba bien a pesar de mis esfuerzos, iba a paso de tortuga.
Ese objeto, al dar una de las vueltas alrededor del tractor, y cuando se encontraba precisamente frente a mí, despidió una luz clara y muy fuerte que me cegó.
Este aparato tendría unos 2 metros y medio o tres de altura, por otros 2 y medio de ancho.
Después de aquel primer fogonazo solo tenía ganas de llegar al final de la parcela para levantar los arados y salir pitando hacia mi casa. No podía dejar el tractor y huir, las cuchillas en este terreno pedregoso se habrían averiado.
Cuando me faltaban unos metros para alcanzar el final de la parcela el objeto volvió a deslumbrarme, esta vez lo hizo por la parte de atrás. Fue entonces cuando escuché un silbido y el cristal izquierdo quedó perforado.
Al ver la rotura del cristal el miedo me dominó, levanté los arados y aceleré, saliendo al sendero. Al verme de nuevo en el camino y observar que el tractor recuperaba su potencia, lo puse a todo gas. En realidad huía como un loco y no paré hasta que llegué a la finca. Ni siquiera me volví a mirar. Yo corría, dando tumbos y tratando de poner tierra por medio”.
Emiliano llegó al caserío, situado en Villaester de Abajo, al pié de la carretera general, blanco como la pared. Demudado. Muy nervioso.
Emiliano, según quienes lo conocen, se destaca por su honradez, razón por la cual no dudan de su experiencia.
El hecho fue puesto en conocimiento de la Guardia Civil, y al día siguiente, algo más calmado ya, Emiliano acompañó hasta la parcela número 21 a un teniente y a un cabo del puesto de La Mota del Marqués, que procedieron a los análisis pertinentes. Allí mismo los miembros de la benemérita examinaron el cristal que había sido perforado y que todavía se encontraba en el lugar. El cristal presentaba un orificio de unos cinco milímetros de diámetro, y prácticamente, sin las típicas fisuras radiales que aparecen siempre que se agujerea un cristal. ¿Qué había podido provocar aquel diminuto y casi limpio orificio?
Los restos del hipotético proyectil fueron buscados por la Guardia Civil en el lugar de los hechos, pero los resultados fueron negativos. Allí mismo se procedió a desmontar el cristal, a fin de llevar a cabo las comprobaciones precisas.
A juzgar por el primer análisis realizado sobre el cristal, el cuerpo, rayo o elemento que produjo la perforación tuvo que penetrar por la parte trasera de la cabina del tractor, justo por debajo del brazo izquierdo de Emiliano, que en ese instante conducía con el brazo apoyado sobre el guardabarros. El hueco que quedaba entre el cuerpo del agricultor y la pared del tractor, por debajo del brazo, era muy reducido, exigiéndose por lo tanto una gran precisión en el supuesto disparo.
Días después del incidente el grupo Charles Fort de Valladolid, uno de los pocos centros serios dedicados al estudio ovni en España, llevó a cabo un experimento sumamente interesante.
Los miembros del grupo ufológico deseaban averiguar, en la medida de lo posible, si el orificio que había aparecido en el cristal de la rueda delantera del tractor de Emiliano Velasco, en la llamada parcela número 21, podía tener su origen en un proyectil humano.
Y con la colaboración del padre Antonio Felices, uno de los más expertos tiradores del país y gran investigador del fenómeno ovni, el grupo se concentró en uno de los pequeños bosquecillos próximos al convento de Arcas Reales, en las cercanías de Valladolid. Allí Felices colocó un cristal de idénticas características al que había sido dañado por el ovni. Preparó su rifle con balas calibre 22, uno de los proyectiles tipo estándar más pequeños que existen en el mundo. En presencia del grupo realizó dos disparos, uno con bala normal y el otro con bala explosiva.
En el primer caso el cristal resultó perforado de forma limpia, impecable. Felices, situado a una distancia aproximada a la que podía encontrarse el objeto cuando llevó a efecto el disparo sobre el tractor, hizo un blanco perfecto. Las medidas de dicho orificio eran tres veces más grandes que las que presentaba el cristal original. Incluso, y por efecto del impacto, el proyectil disparado por Antonio Felices había provocado en el cristal las clásicas resquebrajaduras y astillas. Este hecho en cambio, y según los testigos, no había ocurrido con el cristal de la rueda delantera izquierda del tractor.
El segundo disparo, con bala explosiva, pulverizó materialmente el nuevo cristal.
Algo resultaba claro: El disparo sobre el cristal del tractor no había sido hecho con un proyectil humano. Al menos, con balas conocidas…
Fuente: “OVNI: Los Espías del Cosmos”; Juan José Benítez
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